Dios desea la felicidad de todo ser humano. En atender los consejos escritos en Su Palabra está el secreto de la prosperidad.
Prosperidad para las Familias del Siglo XXI
“Cansado de su viaje, el peregrino se acostó en el suelo, con una piedra por cabecera. Mientras dormía, vio una escalera, clara y reluciente, "que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo." (Véase Génesis 28.) Por esta escalera subían y bajaban ángeles. En lo alto de ella estaba el Señor de la gloria, y su voz se oyó desde los cielos: "Yo soy Jehová, el Dios de Abrahán tu padre, y el Dios de Isaac." La tierra en que estaba acostado como desterrado y fugitivo le fue prometida a él y a su descendencia, al asegurársela: "Todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente." Esta promesa había sido dada a Abrahán y a Isaac, y ahora fue repetida a Jacob. Luego, en atención especial a su actual soledad y tribulación, fueron pronunciadas las palabras de consuelo y estímulo: "He aquí, yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y te volveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te he dicho." (Patriarcas y Profetas pág. 183).
“Y llamó aquel lugar Betel; o sea, "casa de Dios." Con profunda gratitud repitió la promesa que le aseguraba que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo el solemne voto: "Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra que he puesto por título, será casa de Dios: y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti
" (Gén. 28: 20-22.) (Patriarcas y Profetas, pág. 184,185).
“Si actualmente se cumpliera la Palabra de Dios tan estrictamente como en el tiempo del antiguo Israel, los padres y las madres darían a sus hijos un ejemplo que sería del valor más elevado… Cada bendición temporal se recibiría con gratitud, y cada bendición espiritual sería doblemente preciosa porque la percepción de cada miembro de la familia habría sido santificada por la palabra de verdad. El Señor Jesús está muy cerca de los que aprecian sus generosos dones y saben que todas las buenas cosas que tienen proceden del Dios amante que se preocupa por ellos, y lo reconocen como la gran fuente de todo bienestar y consuelo, la fuente inextinguible de la gracia (Manuscrito 67, 1907).” (Conducción del Niño, pág. 137).
“La obra de Dios debe ser sustentada mediante diezmos, donaciones y ofrendas. El Señor pide ahora los medios que ha confiado a sus mayordomos. Debiera fluir una corriente constante a la tesorería, a fin de que la obra no se vea obstaculizada. A algunos, Dios les ha confiado riquezas terrenales para ser tenidas en custodia y devueltas a Él a medida que las requiera para llevar adelante su obra en la tierra. Requiere de sus mayordomos un diezmo fiel de todo su capital, y en adición al diezmo pide donaciones y ofrendas.” (Alza tus ojos, pág. 111).
Dios quiere que todos sus administradores sigan exactamente las instrucciones dadas. No deben burlar el plan de Dios haciendo algunas obras de caridad, presentando un obsequio o dando alguna ofrenda, en el momento y en la forma como ellos, los agentes humanos, lo ven conveniente. Dios ha dado a conocer su plan, y todos los que colaboren con él lo llevarán a cabo en lugar de atreverse a cumplirlo según su propia conveniencia... Dios los honrará y trabajará para beneficio de ellos, porque tenemos su promesa de que abrirá las ventanas del cielo y derramará sus bendiciones en forma más abundante de lo que podemos recibir. (A fin de conocerle pág. 223).
“El fin se acerca rápidamente y muchos están durmiendo en nuestras iglesias. Hagamos todos ahora del servicio del Señor nuestra tarea principal. Dios ha confiado a su pueblo el talento de los medios económicos; a algunos ha dado más y a otros menos. Para muchos la posesión de riquezas ha sido una trampa. En su deseo de seguir las modas del mundo han perdido su celo por la verdad, y están en peligro de perder la vida eterna. Los hombres debieran devolver a Dios los bienes que les ha confiado para que los administren, en la misma proporción como él los ha prosperado. . . (Cada día con Dios, pág. 349).
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